Ayuda al Suicida

Comentarios, pensamientos, referencias, artículos magistrales, dudas, afirmaciones, sobre la prevención del suicidio, el acompañamientos a quienes sufren esta crisis, y posvención a familiares y amigos de un suicidio. Para tratar de "humanizar" con la educacíon, con conocimiento sobre el suicidio.

lunes, agosto 28, 2006

Viernes Santo

Viernes Santo

Eran tiempos difíciles, el trabajo había que inventarlo, todo era a base de agotadoras jornadas y lejos de casa. La mayoría eran trabajadores rurales, como Raúl. Las comodidades hogareñas se parecían a incomodidades. Su padre Ernesto era un tipo muy cerrado, la abuela Virginia hacendosa y católica. La capilla abría unas ves por mes y para semana santa.

Sus hijos quedaban al cuidado de los abuelos por largas jornadas, ya que Raúl no podía volver de la estancia. Su esposa Sofía, algunos fines de semanas faltaba por que trabajaba en la cocina de otra estancia. Ella era de una belleza angelical que cuidaba con esmero y entre las empleadas la que mejor paga recibía. Pero tenía un taladro en su cabeza que no la dejaba descansar, grandes miedos y temores. Lo que hacía que Raúl cuando estuviera en la casa le demandara casi todo su tiempo en atenderla.
Los curanderos eran el remedio eficaz para sus miedos fabulosos. Los conjuros y el alcohol eran sus mágicos amigos en las noches donde Raúl la acompañaba como “teniéndole la vela”. Cuando él regresaba a trabajar, Sofía quedaba con sus suegros a la deriva con barcos de alcohol y curanderos que corrían de acá para allá cuando sus terrores no le daban descanso.
Los hijos todo un capítulo aparte, donde al quedar en segundo plano de las exigencias de los padres están como caídos del cuadro cotidiano de la vida, detrás de la demanda de Sofía que lo único que quería era en verdad volver a su pueblo donde vivía su amor adolescente, quién le brindo todo lo que una belleza precisa, pasión y locura que la dejaron marcada para siempre.
Ella en la estancia era otra persona, los hijos de los dueños le hacían regalos y se preocupaban por ella, a cambio recibían algo más que una cuidadosa mesa bien servida.
Sofía estaba en el centro de toda encrucijada, como en medio de un laberinto sin salida, donde el miedo y la pasión eran su compañía. Raúl recibía la parte más amarga de esta historia. Él la comprendía mucho, aún su deseo de dejarlo. Tenía mucha culpa por no haberle brindado un futuro próspero.

A todo esto, detrás del cuadro aparece lo trágico, lo que estaba oculto y presente desde antes de este relato.
El cerrado abuelo Ernesto es descubierto. Raúl es avisado y él sabe que le espera lo peor. No tiene escapatoria. Se dirige al galpón y pone fin a tantos años de esta actitud tan despreciable y encubierta. Pero esta vez llegó muy lejos, sus nietos las víctimas.
Virginia ese domingo no fue a misa. Se puso en la puerta vestida ya de dolor, de luto esperando a su hijo Raúl y a suplicarle por su padre y a esperara que Ernesto volviera del galpón. Ella ya sabía que Ernesto volvería a la cárcel.
Raúl llegó a todo galope, y con los ojos llenos de veneno buscó directamente a su padre, quien yacía como un cobarde que abandona la historia y no tiene el valor de enfrentar sus actos en el galpón abatido por su propia mano.
Al velorio fueron los mayores conocidos de Ernesto y los que no conocían los detalles que precipitaron su muerte. Más todos sabían que si el velorio era a cajón cerrado era que murió de Mala muerte.
Raúl cambió de actitud. Dejó de “tenerle la vela” a Sofía, ella se sintió abandonada y paradójicamente la abandonaron los ataques de miedo. Volvió a su pueblo a ver a sus padres, para que sus hijos estuvieran lejos lugar donde vivieron tanto dolor y a caer en los brazos de su amor, donde a ala hora de la verdad sólo encontró un desierto en medio de su mar de pasiones.
Virginia después de dos años, en vísperas de un viernes santo le comento a Raúl de ir a misa, era su posibilidad de ir de negro. Raúl la acompaño y los dos salieron en el sulki, tirado por el percherón de la familia.
A la entrada de la iglesia se hicieron la señal de la cruz con agua bendita. Todo les recordaba el día que trajeron a Ernesto, Cristo no estaba en el altar, ni en el sagrario, si no en el centro, delante del altar una figura del Cristo yaciente ocupaba el mismo lugar donde su marido fue el centro de la ceremonia.
El cura recitaba las palabras de Cristo en el vía Crucis, a Raúl se le empezó a iluminar el alma. Se tomaron de la mano con Virginia y el cura puso en sus labios una expresión del Cristo crucificado:
- “Padre perdónalos por que no saben lo que hacen”

Virginia sentía que el que estaba muerto era su Ernesto, sentía culpa y su mano le transpiraba un sudor frío.
El cura cuando se estaba por referir al ladrón que le pedía compasión, Raúl se arrodillo pero sin soltar la mano de su madre, de la cual sentía una comunión muy especial.
El cura dijo:
-“Desde hoy entrarás conmigo en el paraíso”.

® Marcelo Correa 2004
www.ayudaalsuicida.blogspot.com