Ayuda al Suicida

Comentarios, pensamientos, referencias, artículos magistrales, dudas, afirmaciones, sobre la prevención del suicidio, el acompañamientos a quienes sufren esta crisis, y posvención a familiares y amigos de un suicidio. Para tratar de "humanizar" con la educacíon, con conocimiento sobre el suicidio.

viernes, marzo 30, 2007

El duelo y los niños

El Duelo y los Niños

A veces, tendemos a proteger a los niños, nietos, no haciéndolos partícipes en despedir los restos de su abuelito, o de su tío. Le quitamos el derecho de despedida universal, innato en todo ser humano de despedir a sus seres queridos, que esta presente en todas las culturas y en todas las religiones el echo que: los niños despidan a sus seres queridos a su morada final.
Nuestra modernidad trata de protegerlos detrás de caprichos irracionales diciéndoles: “Después”, “Más adelante”, “Es muy chico”o “No va a entender”. Detrás de este tipo de artilugios, con miedos reales e imaginarios, nos perdemos la oportunidad de escuchar a veces a nuestros hijos con cordura, con altura, de cómo enfrentan las cosas vitales de la vida que es el morir, y como la enfrentamos nosotros con muchos mas miedos que los que ellos tienen. Ellos tienen sobre la muerte una mirada franca, simple, y se enfrentan al duelo y la despedida con altura y dignidad. Nuestros niños tienen la Palabra Justa. Y muchas veces tienen la Respuesta Justa. Ellos usan sentencias simples que nos hablan de que “Nosotros también vamos a morir”, y descubrimos en ese momento por boca de un nene de cinco años que no somos inmortales.
Descubrimos en su actuar en el entierro las cosas importantes a las que les tenemos que dar importancia y todo por hacer participar a un niño de las exequias religiosas, de la parte mas trágica que tiene la despedida, la final, la del no retorno, y los niños la enfrentan con total libertad y entereza. Por eso para evitar males mayores como proteger a un niños pequeño de no vivir un entierro por que es muy trágico piense que “Lo va a tener que vivir en cualquier momento” por que “La muerte siempre está presente en nuestra vida”, es un echo que “No podemos evitar” y “No pregunta edad ni distingue sexo ni clase social”. Siempre esta presente, aunque no le tengamos en cuenta.

Cuando pregunté por la única nieta de la abuela, me dijeron es muy pequeña, no entiende de estas cosas tiene solo un año y nueve meses, apenas si sabe hablar. Pasó el tiempo en el velorio y pregunte por la nieta, y le explique de la necesidad que la nieta “viva y sintonice con esto que estaban viviendo los padres”, que “sienta las emociones reales de un duelo”, de unos padres dolidos ante la perdida de la abuela y si ella pide verla por que no. El papa se preguntaba si era bueno o si no llevar a la su hija, le dije que lo debatiera libremente con su mujer, y al final la llevaron al velatorio, una nena desenvuelta, como le habían explicado hizo todas las preguntas, los dejó a todos con la boca abierta.
También recuerdo a la única nieta de cinco añitos que estaba en la casa sus padres lejos de toda la llegada de parientes y amigos por la muerte de su abuelito. Ante la decisión de sus padres de no permitirle llevarla a participar de las exequias, los traté de escuchar y ver que tenían mas miedos ellos que ella por todo lo que podría llegar a pasar, y según ellos querían que recordaran a su abuelo sonriendo y no muerto. El tema que el abuelo no estaba vivo, y era esa la última oportunidad de despedirlo con total libertad, y era un derecho de su nieta único, innegable, que no se repetiría nunca más. Y las justificaciones eran válidas, pero no del todo. Después a la hora de la tarde entró la nieta en la sala velatoria ante la mirada de todos los amigos y nos demostró lo que es el respeto por la “vida y muerte”.

Es que los niños, nos enseñan a enfrentarnos con las cosas importantes de la vida con:
Franqueza
Inocencia
Delicadeza
Soltura
Preguntas
Sin miedos
Respeto

A los niños, si les damos la oportunidad de participar de las cosas importantes nos desafían a vivir el duelo y las cosas difíciles con mucha Humanidad.


Marcelo Correa
www.estacionesdelalma.com.arayudaalsuicida@hotmail.com

lunes, marzo 26, 2007

Amigo Paúl (Segunda Parte)

Amigo Paul


Paul-Louis Landsberg


Parte II


Navegando, como un marinero en medio de su propia tormenta, timoneando en una guerra que lo desfiguraría en su condición humana, se encontró una noche con Jesús que le decía:
“Soy el camino, la verdad y la vida”

Esta experiencia al límite de toda vulnerabilidad, le trajo Paz, que tanto anhelaba. Se sintió que no estaba solo ni abandonado en medio de semejante guerra mundial. Percibía con más claridad que esta guerra, la cual él tanto combatió y de la que se sentía parte lo obligaba a una experiencia “espiritual”.

Con suma crudeza experimento ese Cristo roto y crucificado, como así ahora la noticia de la muerte de otro amigo, Walter, en el campo de exterminio nazi, sin que se opusiera a ese destino por la vía del suicidio. Le hizo comprender que no es lo mismo “matarse para evitar la cruz”, que “evitar el sacrificio de la cruz”. Esto ya no era en él una reflexión filosófica, era un recorrido personal y espiritual.

Esa misma noche, ya de madrugada, en el otoño parisino, sintió ese impulso que le dio mucho alivio y liberó su Deseo. Tomó su chaqueta, introdujo suavemente su mano, pudo asir el frasquito de veneno, que lo acompaño por casi una década, se dirigió al tacho de residuos y lo despachó.
Ya sentado en el sillón del escritorio con gran alivio espiritual durmió profundamente, como hacía tiempo no lograba.
Esa misma noche se leía en sus escritos personales:
“El hombre es el ser que puede darse muerte así mismo y que no debe hacerlo...”
“Sé, que esta vida sobrepasa mis fuerzas, pero tu Espíritu Santo es el alimento en medio de este bravo mar”

Acorralado, pero paradójicamente liberado, deseaba morir. Pero decía a imitación de Cristo:
“Que se haga tu voluntad y no la mía”

Y percibió un profundo cambio sobre la imagen que tenía de Dios, ya no era un amo, como el amo de un esclavo. Lo experimentaba como un Padre. Un Padre que lo amaba infinitamente y con una sabiduría infinita.

Nuestro amigo Paul comprendió en carne propia una de las paradojas más grandes del cristianismo al preferir el martirio al suicidio. Y ya no era que se negaba al suicidio por un cobarde apego a la vida, sino por que encontraba una beatitud extraña el echo de seguir el ejemplo de Cristo.

El abandonar el frasco, lo liberó y lo identificó con Cristo de tal forma que podemos decir que Paul es un verdadero testigo del cristianismo.

Antes de cerrar su libro de anotaciones personales, por la tarde, para dirigirse por última ves a la universidad, se leía:
“...debo cargar con la cruz alimentada por una fuerza desconocida que viene del centro del amor divino. No debo matarme, por que no debo arrojar mi cruz...”



Paul-Louis Landberg (1901-1944) Fue profesor de la Universidad de Bonn. Su lucha contra el nazismo le obligaría a huir de Alemania unos días antes de la subida de Hitler al poder. Tras dos años impartiendo la docencia en Madrid y Barcelona se instalará en Francia, donde se vincula al movimiento Espirit en 1936. Fue amigo y discípulo de Max Scheler y, como él, cristiano. Deportado en 1943 por su origen judío, murió de extenuación en el campo de concentración de Oraniemburg en 1944.

© Marcelo Correa

http://ayudaalsuicida.blogspot.com
Agente de Pastoral de Salud, impulsor de grupos de prevención de suicidio en Argentina, autor de libros de prevención de suicidio en castellano y portugués, actualmente promueve el grupo y sitio de internet de duelo por suicidio www.estacionesdelalma.com.ar

Biografía consultada:

· Diccionario de la Lengua Española. Editorial de la Real Academia Española .2001
España
· Ensayo sobre la Experiencia de la Muerte y El Problema Moral del Suicidio. Paul-Louis Landsberg. Caparrós Editores. Colección Espirit. 1995 España
· Biblia Latinoamericana. Verbo Divino. 1989 España

Amigo Paúl (Primera Parte)

Amigo Paúl


Paúl-Louis Landsberg


Parte I


Nuestro amigo Paúl, ya toco el límite en carne propia de lo que la vida le da o le quita. En el papel borrador de su escritorio se leía con prolijidad y perplejidad:

“ En mi camino arenoso
no encuentro flores.

De vez en cuando
encuentro pequeñas
piedras blancas”

A decir verdad, la vida de Paúl está en el punto máximo que un ser humano pueda tolerar. Ya esta era la segunda vez que escapaba de un país que le era adverso a sus ideales. Él o su persona eran una amenaza para la seguridad del país donde estaba. Pero ya no toleraba más sentirse perseguido las veinticuatro horas. Sobrellevaba su vida con desesperación, ya que si lo atrapaban sería primero el camino de la tortura, luego el de los trabajos forzados, puede que luego de un pelotón de fusilamiento y toda clase de humillaciones que un ser humano nunca podría tolerar.
En el bolsillo interior de su saco tenía un frasco de veneno, fruto de pactos con colegas de lucha que sería usado en caso de ser descubierto para no declarar al Führer, al nazismo que lo buscaba por cielo y tierra.

Este frío viernes en Paris lo encerró como en un navío, solo, en el mar de su habitación. Entre lecturas, recuerdos y encontrar un hilo conductor que lo ayudara a hilar el futuro.
El frasquito convivía con él, como un pasaporte, un salvoconducto para salirse de escena para evitar lo peor. Muchos filósofos, hombres de letras y amigos de lucha contra el régimen lo tuvieron que usar. Paúl lo analizaba como que no tenían otra alternativa y así lo justificaba. Aún siendo católico no alababa la conducta suicida, pero si lo tenía como recaudo en el interior del bolsillo de su saco. Después de huir de Franco, ya estaba más que harto de esconderse desde el año 34, cuatro días antes que el Führer asumiera el poder total en Alemania. Abandonó la Universidad de Boon y se refugió en España, todo un cambio terrible. Él tenía por arma su pluma, su escudo era el estratégico cambio de residencia y su salvoconducto el frasco en su bolsillo.

Esta noche cavilaba sobre la terrible noticia de la muerte de su amigo Marx, que los nazis lo habían llevado a Polonia y murió en la cámara de gas. Se decía:
“Que personal es la muerte, me marca como un hierro candente sobre mi corazón, es como una explosión que hace estallar en mil pedazos los esquemas sobre mis creencias y preconceptos, poniéndome a prueba por la experiencia en mi piel de su muerte y exaltando por la amenaza de la desesperanza que esta noticia secreta manifiesta en mí”.
El tenía la certeza de que Jesús lo comprendía, es más, pensaba que Jesús (quién llevo la verdad al mayor de los extremos) convivía cotidianamente con él. Aunque todas o casi todas sus cavilaciones terminaban en el limite de su saco. Pensó por que Marx no uso este salvoconducto. Comentaba esta carta que se dejó llevar sin resistencia y no tuvo intención de salir por el lado de la muerte por mano propia, ya que todos nos habíamos propuesto este remedio.

La noche era límite, los sentimientos lo hacían sudar, llorar y los recuerdos no lo dejaban en paz y se decía así mismo:
“Si me vienen a buscar estoy totalmente decidido a suicidarme, no quiero ser humillado, dispondré de mi vida, soy libre y si me mato más libre aún. ¡Que intrusa es la muerte¡ ¡Cómo duele morir de a poco¡ Es como que me faltara chocar contra la eternidad y de un salto salir de escena. Sería como usar mi omnipotencia para huir de esta impotencia que me acorrala día a día”.

Después de horas, saca uno de sus libros de San Agustín y busca luces para iluminar esta noche donde el echo de ser perseguido a muerte, torna su búsqueda espiritual un sentido al sin sentido de morir.
Paúl se escuchaba en San Agustín:
“Qué dolor entenebrecía mi corazón; y todo lo que miraba era muerte. Y la patria me era un suplicio; y la casa paterna un horror extraño; y todo aquello que hube en común con él me era crucifixión atroz sin él. Mis ojos le requerían por doquier, y no me era dado; y odiaba todas las cosas porque no lo tenía y porque eran incapaces de decirme: “Espera, que vendrá”, como cuando, en vida, estaba ausente. Yo mismo me había vuelto un gran interrogante para mí, y le preguntaba a mi alma por que estaba triste, y por qué me conturbaba tan fuertemente: y ella no sabía qué responder. Y cuando yo le decía: “Espera en Dios”, con razón no obedecía: porque el hombre queridísimo al que había perdido era más verdadero y mejor que ese fantasma en el que se le mandaba esperar. Las solas lágrimas me eran dulces y había sucedido a mi amigo en las delicias de mi corazón (1) ”

Era ya de madrugada, sentía cada palabra como una daga y notaba en una angustiosa realidad que percibía que la vida, su vida empezaba a dudar de sí misma. Esto lo paralizaba lo hacía muy vulnerable y por más católico que se sintiera le exigía a Dios que fuera su Esperanza. Pero todo terminaba en su interior cuando se tocaba el saco y notaba algo que lo haría regresar al Seno Materno, a la Madre Tierra, a esa oscuridad fetal, ese Eterno nacer que lo llevaría como una liviana semilla de Eternidad.

(1) Confesiones IV, 4. San Agustín


© Marcelo Correa

Intermedio Tauromáquico

Intermedio Tauromáquico
Paul-Louis Landsberg

La vida del hombre sin Dios se parece a una tragedia, si no se considera uno u otro de sus momentos aislados, sino su estructura y su fin. Es difícil conseguir esta visión de conjunto. Llegamos a ella por analogía si tomamos conciencia del sentido simbólico de ese misterio, que ha sobrevivido al paganismo, que es la corrida de toros. El paganismo es triste en el fondo, y la verdadera afirmación de la esperanza que constituye el núcleo de la existencia humana no puede cumplirse más que por promesa de la eternidad y de la resurrección.
El toro que entra en el ruedo no sabe nada de lo que le espera. Alegre, escapa a la oscuridad del chiquero y siente la plenitud de su vitalidad de joven atleta. Deslumbrado por la luz repentina, es señor del circulo cerrado que se convierte en su mundo y que le parece aún una llanura sin límite. Vigorosamente, azota la arena con el rabo, recorre el ruedo en todas direcciones, sin otra conciencia que el júbilo de su fuerza. Así sale el nido del cuerpo de la madre, y muy pronto se pone a jugar en un mundo luminoso que le permite ignorar aún su destino y sus peligros.
Llegan los primeros adversarios. Aún se trata de un juego. Para el toro el combate es algo natural. La lucha intensifica su sentimiento de la vida y de sus propias fuerzas. Las pequeñas molestias del comienzo no hacen sino aumentar su furor. La cólera del fuerte alcanza su medida en esta excitación. La lucha evoca y realiza la Bestia de ataque que ocultaba la vida cotidiana. No hay ningún sentimiento desagradable que vaya más allá del juego. Pero, lentamente, va apareciendo un elemento penoso. El juego está trucado. El adversario es demasiado artero: provoca y huye. Siendo más débil, este adversario se vuelve más fuerte al ser avieso. El rojo del paño se vuelve algo vejatorio, deja de ser la ocasión bienvenida de batirse.
También el adolescente tiene sus primeros encuentros, en la escuela y en otros sitios, con un mundo astuto contra el cual es importante la sinceridad de su fuerza. Pero las fatigas de la juventud no son graves.
Para el toro lo grave comienza con la entrada de los enemigos centauros. Los picadores le hieren desde lo alto de sus caballos con sus picas que le alcanzan de lejos. El toro ataca y su furia se trasforma y supera a sí misma. Es la cólera ahora dolorosa, magnífica, cegadora, en la cual el ápice del frenesí procede secretamente de la desesperanza vital, cólera que se fortalece por una victoria continua sobre esta desesperanza. Y es el inocente, el pobre viejo caballo el que sufre sobre todo este encarnizamiento. El astuto picador se marcha una vez cumplida su tarea sangrienta. También el hombre entra en la lucha seria de la vida. Jamás puede vencer al mal. Si destruye a alguno de sus adversarios no habrá destruido más que a un inocente. Sólo hay inocentes y nuestros adversarios no son sino las máscaras de ese Mal que no mataremos.
El toro aún es bastante fuerte en este momento. Pero desde ahora carece de reservas, parece más fuerte de lo que en realidad es. La vida en él ha comenzado a dudar de sí misma. Las heridas de las picas son de gravedad y mana la sangre. Es ahora cuando un intermedio va a retardar la acción. Se va a adornar al toro sin dejar de herirle. Este luchador intrépido es glorificado y al mismo tiempo burlado por una especie de coronación. Se le ponen las banderillas. Y la bestia heroica debe servir de pretexto casi ridículo a la elegante danza del hombre que le aplica este ornato doloroso: el banderillero, que consigue plantar sus armas a pesar de su propio miedo, gracias al tamaño y al peso del animal atacado. También el hombre maduro alcanza el éxito y la gloria en el momento en que ya está debilitado por las heridas de la vida. Y hasta la gloria de este mundo no es sino una herida más íntima, un ornamento tradicional y casi ridículo, un disfraz de victoria. El hombre no ha vencido. Nadie es vencedor en este mundo. Se hace como si fuera vencedor, como si la verdadera gloria estuviera en poder de los hombres. En realidad, esto es una burla del hombre. El toro al menos no cree en su nueva dignidad. ¿Tiene incluso el presentimiento de que el mundo sólo glorifica a los que van a ser inmolados?
Con el matador, gran sacerdote mistagogo de la fiesta, la muerte entre en el ruedo. Hela ahí. En la forma de la espada flexible, bella, inevitable, oculta bajo el rojo inquietante del paño: “pero oculta solamente para aquél a quien va destinada”. Los demás la ven, ven esta muerte, y el toro debilitado entra en la angustia, y trascendiendo la angustia, entra en una serenidad de segundo grado, el la serenidad definitiva después del intermedio tragicómico. La tragedia comienza, o, mas bien, se deja descubrir al fin el carácter trágico del todo el acontecimiento. Un buen toro conserva la dignidad, continúa siendo un luchador hasta el final. Esta vitalidad casi sin inteligencia, empero, no está desprovista del sentimiento oscuro de la fatalidad que se aproxima, sentimiento desarrollado bruscamente por las aventuras de esos veinte minutos que contiene una vida. Se lucha, se ataca, se huye, se vuelve a acomenter por ambos lados, hay éxitos y fracasos. Y el combate no se queda solamente en el plano físico. Rehaciéndose en su voluntad, el matador trata de conducir a la bestia, de dominarla, de colocarla en la única posición que pueda hacer mortal su golpe. La roja bandera de la muerte, que él agita, se enseñorea de la bestia, forzada a seguirla como el enamorado sucumbe bajo el encanto de una dueña soberana. Y de repente el toro es derribado. Su pesado cuerpo lleva la espada como un finale, como un postrer grito altivo y desesperado. Por unos instantes aún parece resistir. Pero la muerte se cumple, esta muerte presente desde hace tiempo, identificada con la espada, idéntica su fuente, con el mismo matador que la maneja. La bestia muerta es sacada como una cosa. Así también acabamos todos nosotros en la muerte, aquí abajo. Toda lucha contra ella está perdida de antemano.
El esplendor de esta lucha no puede consistir en su resultado, sino solamente en la dignidad misma del acto. Lo definitivo en lo inevitable.
En la corrida de toros, la bestia representa el papel del hombre, y el hombre desempeña el papel de una divinidad arcangélica, el papel del demonio. Se venga de estar bajo el yugo de la fatalidad de alguien. Por una vez es él quien sabe y prevé lo que va a llevar a cabo. También oculta a sí mismo dos horas de su propia muerte de un sustituto. Dentro de los límites de una concepción exclusivamente inmanente de la vida y de la muerte humana, no puede haber misterio más altamente simbólico. Por una vez el hombre cree ser el vencedor haciéndoce aliado del enemigo invencible. Pero en el fondo de su alma sabe que el mismo es el toro, que la sobrehumanidad estoica del matador es ficticia, y que esta lucha, cuyo desenlace está trágicamente predestinada, es la suya propia. Y, así y todo, el hombre no desespera ante la verdad: no puede dar cumplimiento a su esperanza más que en el caso de que, a pesar de todo, existiera la posibilidad de una victoria sobre la muerte. El hombre jamás desespera del todo mientras está con vida, pero la certidumbre de una victoria posible no se encuentra más que en la vida cristiana.




Fuente: Ensayo sobre la Experiencia de la muerte / El Problema Moral del suicidio. Paul-Louis Landsberg. Caparrós Editores. 1995 Madrid

Marcelo Correa
Argentina
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El duelo en el adolescente

El duelo en el adolescente
Jorge Bucay

La adolescencia suele ser ya una etapa difícil.
El adolescente tiene que hacer frente a la perdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los cambios, dificultades y conflictos propios de su edad.
Aunque exteriormente parezca ya un adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par de su madurez afectiva. El por eso que necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso de duelo.
Podemos pensar que entonces puede encontrar alivio y ayuda en sus amigos. Pero cuando se trata de la muerte, salvo que se haya vivido una situación similar, los amigos se sienten impotentes y pueden ignorarlo totalmente.
Por otra parte, atravesar un período de desvalorización y cuestionamiento de sus padres es una forma normal, aunque difícil de separarse de ellos. Si desafortunadamente su padre o su madre fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos puede experimentar un gran sentimiento de culpa, y la necesidad de separarse que experimentaba puede hacer del proceso de duelo más complicado.
Muchas veces el adolescente, aunque sufra intensas emociones, no as comparte con nadie, porque se siente, de alguna manera, presionado a comportarse como si se las arreglara mejor de lo que realmente lo hace.
Después del fallecimiento de su padre, su madre o de su hermano se suele pedir que sea fuerte para sostener al otro padre. Pobre, no se siente capaz de sobrevivir a su propio dolor y además se le exige que sostenga a otros.
Este tipo de conflicto puede tener resultado que el adolescente renuncie (Duelo aplazado o congelado) a vivir su propio duelo y transforme el proceso en rabia, miedo e impotencia... la antesala de empezar a preguntarse por qué y para que vivir.

Fuente: El camino de las lagrimas. Hojas de ruta. Jorge Bucay Editorial Sudamericana.2001. Argentina

Marcelo Correa
http://ayudaalsuicida.blogspot.com
ayudaalsuicida@hotmail.com

Estoy Desesperado

Estoy desesperado

Voy a terminar con todo
Voy a terminar con esta herida que me mata,
Con este dolor que me atornilla la cabeza
Y no me deja vivir

Voy a suicidar todo lo que me duele.
Voy a matar todo lo que me desespera,
Tratare de alejarlos de mi vida.
Los dejaré tirados
Y seguiré con mí peregrinar.

1/5/06

Marcelo Correa
San Juan. Argentina
http://ayudaalsuicida.blogspot.com

Suicidio y Supervivientes

Suicidio y Supervivientes


Blanca Sarró y Cristina de la Cruz

Psiquiatras. Subdivisión de Psiquiatría y Psicología. Hospital Clínico y Provincial de Barcelona



El duelo por suicidio de una persona significativa se ha descrito tradicionalmente como un proceso más complicado y difícil que el duelo provocado por otras causas de muerte (natural, por accidente o incluso por homicidio). También se describen diferencias en el significado de la muerte por suicidio, y la elaboración del duelo para las personas del entorno suicida. Como recoge Soubrier (25), el sufrimiento emocional que sienten los familiares “supervivientes”, es muy distinto, por ejemplo en el caso de un profesional, o de un forense o de una compañía de seguros.
Los autores anglosajones denominan “suicide survivors” a las personas significativas que están envueltas en el proceso del duelo del suicida. En este trabajo utilizamos el termino “superviviente” que según Moliner (18) (Diccionario de uso Español) “ se aplica al que sobrevive: Los supervivientes de una catástrofe”; en este caso, se aplica como superviviente a la muerte por suicidio de una persona significativa. Este estudio se centra preferentemente sobre las posibles reacciones de los terapeutas y cuidadores del paciente suicida.
El suicidio es una forma de muerte infrecuente, y muchas veces parece un acto inesperado. Las reacciones de los supervivientes ante el suicidio consumado son complejas y ambivalentes: puede representar una experiencia de una crueldad excepcional o un sentido atroz de la desaparición o ausencia del “otro”, con demandas acerca del por qué, que de poco sirven en principio. Algún superviviente se refugia en la búsqueda iterativa (repetitiva) de un “por qué” o en un reencuentro con la persona suicida a través del recuerdo idealizado; o un enfrentamiento con la soledad o un distanciamiento, pues se atraviesa una experiencia solitaria en la que la tristeza y la culpa, aíslan paulatinamente de la vida social e incluso de la vida familiar.

Generalidades

Freud (9), describe a través del olvido de un nombre propio una experiencia personal ante el suicidio de un paciente, y lo asocia a un mecanismo de represión. En el capítulo “Olvido de nombres propios”(9), escribe: “Me hallaba entonces bajo los efectos de una noticia que pocas semanas antes había recibido durante una corta estancia en Trafol. Un paciente es cuyo tratamiento se había suicidado a causa de una incurable perturbación sexual. Estoy seguro de que en todo viaje por la Herzegovina no acudió a mi memoria consciente el recuerdo de este triste suceso ni de nada que tuviera conexión con él. Mas la consonancia Trafoi-Boltraffio me obliga a admitir...”
Binswanger, en el estudio de la paciente que llamó “Ellen West”(1944”, realizó un “análisis existencial” del caso y su muerte por suicidio. El psiquiatra suizo, racionalizo la decisión suicida de la paciente, indicando que la muerte voluntaria no era sólo inevitable sino apropiada, según cita Maltsberger (16).
Shneidman(24), introdujo el concepto de “posvención”, que se requiere a la ayuda psicológica que debía darse a los supervivientes de un suicidio. Este autor estima que el desarrollo de la “posvención” forma parte de las necesidades psicológicas actuales frente a la muerte por suicidio.
Lester (14) plantea como una posible estrategia para la prevención del suicidio, una “educación contra el suicidio”, centrado en parte en dar información sobre el duelo y el sufrimiento de los familiares o del entorno del suicida.

Reacción de duelo en los familiares supervivientres.

Se han realizado estudios comparando el duelo de los familiares ante diversas causas de muerte (natural o por accidente), y se ha estimado que puede haber un mayor impacto en la muerte por suicidio. Pero los resultados son contradictorios, y en general las diferencias son escasas, y si existen, se refieren a la intensidad de la reacción de duelo.
Cleiren(6) realizó un estudio en Leiden (Holanda), sobre las reacciones y el proceso del duelo en 300 familiares (padres, parejas, hermanos e hijos adultos) supervivientes a muertes por suicidio (n=91), por accidentes de tráfico (n=93), o por enfermedad crónica (n=125). Se realizo una entrevista a los familiares, a los 4 y 14 meses después de la perdida, y los resultados indicaban que los niveles de adaptación eran virtualmente los mismos en los familiares de los suicidas que las otras causas de mortalidad. Pero las características del proceso de duelo eran algo diferentes: los sentimientos de culpa, búsqueda del por que (sobre todo en los padres – mas en madre-) y el mayor riesgo de suicidio (tentativa) en los supervivientes.
Farberow (8) comparó la reacción del duelo por suicidio versus la de la muerte natural en 307 viudas norteamericanas. A los 2 meses del fallecimiento de la pareja, solo encontró una diferencia significativa en la reacción de ansiedad, que era más intensa en el grupo de duelo por suicidio.


Reacción de duelo en los profesionales de la salud.

El suicidio puede representar una experiencia emocional que plantea dificultades psicológicas y sociales, que son difíciles de afrontar o elaborar –incluso para el profesional de la Salud o del equipo terapéutico- dada la complejidad y ambivalencia de sentimientos y preguntas. Se debe conocer y comprender las propias actitudes sobre este aspecto de la conducta humana. No tener prejuicios sobre el suicidio, tener información para la evaluación del riesgo suicida, para poder explorar las conductas suicidas sin banalizarlas o negarlas. También poder elaborar los posibles sentimientos de culpa, de responsabilidad y de incapacidad profesional.
El suicidio de un paciente puede representar no sólo una crisis “personal”, con reacciones individuales de dolor y de defensa similares a todos los supervivientes del entorno del suicida, sino también profesional, por el rol del terapeuta en la sociedad.
Los efectos de un suicidio de un paciente en el terapeuta se han investigado a través de las reacciones personales de este último. Parece confirmarse en ellos que los síntomas pos-trauma(10, 15 , 4) son similares en calidad e intensidad a los experimentados por otros grupos de supervivientes (padres, parejas, amigos).
Como es lógico, las reacciones vienen determinadas en parte por el grado de relación y la duración del contacto terapéutico, la edad , el tipo de psicopatología y el tipo de personalidad del paciente, el método terapéutico, los años de experiencia profesional, la actitud del terapeuta frente a la muerte por suicidio, etc.
Los estudios (10, 15, 4, 19), indican que la reacción y actitud del psiquiatra y/o terapeuta pueden comprender distintos grados de sentimientos de culpa, negación, sensación de impotencia o fracaso, agresividad y comprensión. La intensidad de la reacción varía según el grado de relación, del tiempo transcurrido desde el inicio de la terapia –al inicio o al finalizarla-, y la forma de terapia establecida. A veces, el terapeuta lo evalúa como un fracaso terapéutico, tiende a negar las secuelas personales y profesionales, y el suicidio es reprimido consciente o inconscientemente(16).


Características de la reacción de duelo en el equipo terapéutico

La revisión de las posibles reacciones de duelo de los terapeutas (10, 15, 22, 21, 13, 3) pueden resumirse según Jones(13) en las siguientes características:
Reacciones personales: las respuestas afectivas, pueden cursar con agresividad, tristeza, desesperanza o alivio. Los aspectos cognitivos pueden representar desde un estado de shock, de sorpresa, “sentirse atónito por la muerte”, de incredulidad, con sentimientos de culpa, autoreproches, represión, vergüenza, baja autoestima, preocuparse y pensar continuamente en el fallecido. A nivel de la conducta, se puede cuestionar el grado de responsabilidad, y una posible identificación parcial con el paciente suicida.
Reacciones en el plano profesional: puede existir temor por posibles demandas judiciales de la familia del suicida, “sentirse juzgado” por los compañeros, que el acontecimiento pueda “dañar” la reputación, la posible publicidad de caso.

La competencia profesional es a menudo cuestionada por el propio profesional, que se puede preguntar si se podía haber prevenido el acto suicida.
Otra actitud es afrontar la realidad, planteando ¿qué se puede aprender de esta experiencia?

Prevalencia de muerte por suicidio de un paciente

El suicidio es un fenómeno multidimensional, y puede ser grave complicación de la enfermedad psiquiátrica, dado que un potencial riesgo suicida está latente en muchos pacientes que padecen un trastorno mental. Reflexionar sobre el potencial riesgo de muerte por suicidio de un paciente es pensar sobre el tipo de muerte poco frecuente, pero es una posibilidad que todos los profesionales de la Salud tienen que afrontar en algún momento de su vida profesional. El suicidio de un paciente puede ser una experiencia especialmente difícil, sobre todo al inicio de la vida profesional. Creemos que es una realidad profesional que recibe escasa atención; Litman (15), lo describe como un área tabú de la psicología, y Goldstein y Buongiono (10), concluye que es un área psiquiátrica descuidada.
Holden(12) en un estudio con 28 terapeutas, indica que un 43% de estos profesionales ha tenido un paciente que se ha suicidado y un 25% de pacientes suicidas. Brown(2) en un estudio con 55 médicos que habían finalizado la formación en psiquiatría, encontró que 1 de cada 3 tenía un paciente que se había suicidado durante el período de formación. Este autor indica que este acontecimiento es más frecuente de lo que se reconoce generalmente y sugiere que los programas de formación deben preparar sobre este aspecto. Chemtob y cols. (4) en su estudio con 258 psiquiatras, indican que esta proporción aumenta a un 51%, y que es suicidio de un paciente no está relacionado con los años de práctica.

Orientaciones generales ante el suicidio de un paciente

Ness y Pfeffer (20) en la revisión sobre las secuelas del duelo por suicidio en los supervivientes, indican que si un paciente se suicida estando en terapia se debe hacer un “esfuerzo activo para hablar con la familia”. Este apoyo puede representar un beneficio a largo plazo para el grupo familiar, pero también para el profesional de la salud.
Un aspecto importante es la entrevista con los supervivientes familiares o del entorno próximo. Las resistencias que puede implicar esta entrevista se describen es el estudio de Brownstein(3). Este terapeuta contacto con siete psiquiatras y cinco residentes que tenían un paciente que había consumado el suicidio, para obtener información sobre el contacto con los supervivientes familiares. También pedía las posibles razones por las que había o no mantenido este contacto. Sólo uno de los 12 psiquiatras había mantenido un contacto telefónico con la familia, con un sentimiento de temor y obligación que no había beneficiado a ninguna de las dos partes. Los resultados eran claros, a pesar de sus limitaciones metodológicas. El psiquiatra normalmente no contacto con los familiares después del suicidio, pero en once casos de los 12 pacientes suicidas, los padres hubieran deseado comunicarse con los psiquiatras. Las razones del profesional para no realizar el contacto fueron racionalizaciones tales como: “nunca los había visto antes”, “vivían fuera de la ciudad”, “ solo vi al paciente rápidamente”, “pensé que ellos estarían enfadados” . Existe también el temor de las demandas legales mala praxisd como has registrado Bednar y cols.(1)
Litman(15) en su estudio realizado con 200 psicoterapeutas con experiencia reciente de suicidio de un paciente, concluye que entre los “gestos personales” el contacto con los familiares era importante como factor terapéutico.
Dunne(7) resume la relación con los familiares del suicida, indicando que éstos necesitan ser informados en seguida, explicando no sólo los detalles del acto sino la causa posible de por qué se realizo. A menudo la primera reacción es de desplazamiento de la culpa hacia el profesional, que no debe reaccionar defensivamente con agresividad. Insiste este autor en la necesidad de que el profesional asuma su duelo personal y no lo niegue. Debe tenerse en cuenta la posibilidad de una demanda legal por malapraxis pero siempre aceptando las reacciones psicológicas de la familia frente al duelo.
El terapeuta debe asumir por una parte sus propias reacciones frente a esta muerte voluntaria, y también la responsabilidad de ayudar o informar a la familia, y a veces, a los otros pacientes, si el suicidio ocurre en un hospital o en curso de una terapia de grupo. Si el suicidio sucede en un hospital, el profesional de la salud debe tener un control de los otros pacientes, sobre todo si éstos presentan riesgo suicida (por ideación o por tentativas de suicidios previas). Es importante dialogar sobre el tema, sin dramatizar ni banalizar, y sobre todo, no negarlo. Debe hablarse de la muerte por suicidio de un paciente, evitando que se trasmita como rumor.
Un caso especial es cuando el suicida es el profesional de la salud; cuando esto ocurre puede afectar profundamente a sus pacientes. Dunne (7]) señala que el paciente puede sentirse culpable de haberle trasmitido sus problemas. Puede sentirse agresivo por sentirse abandonado o rechazado a través de esta muerte. Puede desarrollar síntomas psicosomáticos y estar expuesto a un elevado riesgo de suicidio por identificación con el terapeuta.


Ayuda terapéutica al superviviente

Se estima que la mayoría de la población se recupera de la experiencia del duelo por suicidio, integrándose a la vida cotidiana con normalidad, pero en una minoría el duelo se prolonga y puede desarrollarse un estado depresivo o quedar una vulnerabilidad en el funcionamiento físico, psíquico y/o social. La proporción varía mucho, el psicólogo Cleiren (6) consigna que aproximadamente un 250 % de los duelos por suicidio con prolongados y en ocasiones duran muchos años.
No todo superviviente del duelo por suicidio necesita ayuda terapéutica, pero si la precisa se describen diversas formas de abordaje: terapia individual, familiar, de pareja o de grupo(5).
Farberow(8) indica que diversos estudios sugieren formas de ayuda al terapeuta o al equipo de Salud Mental para prevenir reacciones de “duelo complicado”. La mayoría de las veces se trata de una reacción psicológica menor, pero algunos profesionales de la salud requieren un enfoque psicoterapéutico y psicofarmacológico. El apoyo emocional puede darse en una consulta individual, con técnicas de apoyo, en grupos tarapéuticos, etc..., pero la efectividad de estas técnicas no ha sido estudiada sistemáticamente.
En la investigación se debe obtener más información en esta área de las reacciones de duelo de los profesionales de la Salud Pública o Mental ante el suicidio de un paciente, con grupos de control de supervivientes familiares por suicidio y supervivientes por otras causas de muerte(8, 17). Faltan datos fiables, para poder dar mayor importancia a los problemas emocionales del posible “duelo complicado” de los profesionales.
Litman(15) indica que la revisión de los casos de pacientes suicidas y a presentación a un grupo de colegas, ayudó al proceso de duelo. Holden(12) en su estudio con 28 terapeutas, recoge el dialogo son los otros miembros del equipo y con los familiares del suicida, puede ayudar a éstos y al terapeuta.
Goldstein y Buongiorno(10) en el estudio de 20 psicoterapeutas, menciona que la experiencia emocional había sido más intensa que lo que había pensado, con sentimientos de vergüenza , de culpa, de baja autoestima, de agresividad y de vulnerabilidad. Recomiendan la formación de grupos de apoyo con otros terapeutas supervivientes e incluir la evaluación del riesgo suicida en los programas de formación.
Jones(13) recoge la experiencia que se inició en 1982 con terapia de grupo de apoyo, con sesiones de 2 horas al mes, dirigida a los terapeutas, como método para ayudarlos al reconocimiento, elaboración y “recuperación” del duelo por suicidio.
Otras medidas que pueden ser de utilidad, están recogidas en la revista Padierna (21): desde un periodo breve de descanso para elaborar la fase de shock, una entrevista con la familia del paciente, plantear se debe realizarse un trabajo de “post- vención” para ayudar a asumir las reacciones post-suicidio, la consulta con un supervisor o con otros colegas, hasta una sesión de “autopsia psicológica”que sirva de información y de revisión del suicidio por el equipo terapéutico.
Entre los objetivos terapéuticos de la elaboración del duelo de un profesional de la salud, deben estar los de aceptación y tolerancia de las posibilidades y limitaciones del trabajo profesional. Esto muestra una realidad respecto a la prevención del suicidio, en la que hay un “handicap” entre las aspiraciones terapéuticas y los resultados(11). Esto obliga a plantearse las circunstancias del acto que han conducido a la muerte voluntaria, para una mejor comprensión del riesgo suicida y poder trabajar en la prevención del acto(23).

Conclusión

Tradicionalmente se había considerado que las reacciones de duelo de los supervivientes ante la muerte voluntaria de un ser querido eran más complicadas y distintas que el duelo por otras causas de muerte, pero la revisión de la literatura actual con grupos control de supervivientes por otras causas de mortalidad muestra escasas diferencias cuantitativa. Sin embargo hay datos que permiten plantear que cualitativamente sí hay diferencias en le proceso del duelo, que es importante conocer y comprender para evitar que la duración del duelo “normal” se prolongue y se convierta en “duelo complicado”.

Bibliografía

Bednar,R.L.., Bednar S.C., Lambert M.J., Waite D. R., Psychotherapy with clients: Legal an professional standards, Pacific Grove Ca., Brooks/Cole Pub. 1991
Brown, H. N. The impact of suicide on therapist in training. Compr. Psycchiatry, 1987, 28, 101-102.
Brownstein, M., Contactoting the family after a suicide, Can,J. Psychiatry, 1991, 37, 208-212.
Chamtob, C.M., Hamada R.S., Bauer G., Kinney B., Torigoe R. Y. Patients´ Suicide: Frequency and impact on psychiatrists”, Am J. Psychiatry, 1988. 145, 224-228.
Clark, S. E., Goldney R. D., Grief Reactions and recovery in a support group for people bereaved by suicide, Crisis, 1995, 16/1, 27-33.
Cleiren, M., Bereavement and adaptation: a comparative study of the aftermath of death. Hemisphere Pub.
Dunne, E. J, Macintosh J. K., Dunne- Maxin E. (eds) Suicide and its aftermath: Understanding and counseling the survivors, W.W. New York, 1987.
Farverow, N.L. Berreavement after suicide, en AA. Leenars(ed), Suicidology: Essay in honor of E. Scheidman, Aronson, Northvale, 1993, 337-345.
Freud, S., Psicopatología de la vida cotidiana, Obras completas, biblioteca Nueva, Madrid, 1948.
Goldstein, l.S., Buongiorno P.A., Psychotherapist as suicide survivors, Am.J. Psychotherapy, 1984, 38, 392-398.




Fuente : Revista Vertex Revista Argentina de Psiquiatría Volumen VII Número 23 Marzo-Abril-Mayo de 1996


Marcelo Correa
ayudaalsuicida@hotmail.com
http://ayudaalsuicida.blogspot.com

El paraiso repetido

El paraíso repetido

En un recóndito paraíso terrenal, se juntaron los más sabios y exóticos animalitos para frenar la hola de suicidios que azotaba a los más jóvenes de ese paraje. Se gastaron recursos, se movilizaron a toda la comarca, se dieron varias charlas que parecían verdaderas misas de ciencia. Se contrataron a actores muy famosos, como una araña y otro animal con nombre de enredadera que no recuerdo para dejar mensajes de esperanza para los animalitos que acudieran a ese sitio y escucharan una palabra automática que les levantara el autoestima y pudieran pedir ayuda. Al fin el suicidio bajo abruptamente y todos estaban contentos. Pero el tiempo paso y hoy la tormenta está instalada de nuevo.

Moraleja: Se pueden gastar muchos recursos en movilizar a una comunidad, pero si no nos gastamos con el “uno a uno” en formar alguien con ética y sabiduría no lograremos trascender en el tiempo para que, lo que nos proponemos prevenir no se repita de nuevo. Tenemos que formar, no solamente dedicarnos a informar.

Marcelo Correa
www.ayudaalsuicida.blogspot.com

viernes, marzo 16, 2007

Ginko Biloba

Ginko Biloba

Uno de los acontecimientos mas luctuosos que ha vivido la humanidad y catastróficos en vidas humanas, que afecto la naturaleza de forma drástica, radical y permanente. Fue la bestia producida por seres humanos para destruir todo.
Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial en Hiroshima y Nagasaki sendas bombas atómicas sembraron en sus pobladores el terror y la muerte, aparte del espanto en todo el planeta.
En uno de los paredones de un edificio de Hiroshima hay una sombra dibujada por la proyección de una mujer huyendo con su vestido puesto, es la silueta de lo que quedo a 20 metros donde la agarró el impacto. Ella se pulverizó, desapareció, dejando la sombra del gran hongo destructor que barrió con todo.
Cuando conozco a una familiar o amigo que es sobreviviente de un suicidio. Uno mira asombrado la desolación y la destrucción que produce la muerte por suicidio de una padre, madre, hermano, amigo, compañero dejando en nuestra retina emocional el último momento grabado como la sombra que produjo la mujer sobre la pared al ser alcanzada por la cegadora luz destructora del hongo atómico.
El echo de recomenzar la vida de seguir adelante es monumental, muy diferente al proceso de otros duelos, por que al igual que con la energía atómica, está todo el ambiente contaminado y nos encontramos con que ya varios en el circulo intimo se quieren matar o terminar con todo de una vez.
Sabemos que seguir ya forma parte de una férrea decisión personal, diría de una heroica elección personal, por que el ser querido que se mata a diferencia de los que tiraron la bomba no tienen ni idea de la trascendencia destructiva con su acción mortalmente desesperada.
En todos estos años veo con muchos reconstruyen desde los escombros y con mucho valor van armando de nuevo el andamio del amor y de la vida.
La vida sigue y cada nuevo acontecimiento vital nos toca de forma distinta, un diagnóstico, un accidente, una enfermedad mental, la muerte de un familiar, pero nada se asemeja a esa bomba atómica que es el impacto de una muerte por suicidio.
Este acontecimiento marca un antes y un después de (por mas que sobreviva nuestro ser querido) y va modificando de forma pedagógica futuros acontecimientos, “ahora pido ayuda” antes ni se me hubiera ocurrido. Ahora se que lo mas importante es el amor que me pueda brindar la familia.
Al año de la explosión atómica no había indicios de ningún tipo de vida, ni animal, ni vegetal, nada, parecía que todo se trasformaría en un paisaje eternamente deshabitado. Pero es que en medio de semejante lugar aparecen los primeros brotes de una planta milenaria, sabia, como si fuera una sobreviviente de otras tragedias , eran de Ginko Biloba, y como un canto a la esperanza la naturaleza mostró (dio el primer paso), estos brotes de pujanza y valor, una planta amasada por los milenios, por muchas dificultades.
Entre los sobrevivientes que apuestan por seguir vemos que muestran lo mejor, sin que ellos sean concientes por el dolor que soportan de lo que hacen en solidaridad a otros, por la inmediatez de los acontecimientos.
Recuerdo una amiga, que acompañe en sus comienzos, le llamaré Andrea, me decía:
-- Voy a seguir con lo mío flaco, yo con esto no me quiero ni meter, así que cuando te habilite tu pagina Web sigo con mi vida y mis cosas.
Al tiempo, su naturaleza pudo más que ella y no solo reaparecieron sus brotes como el Ginko Biloba mostrando lo mejor de ella, sino que mostró lo inimaginable, lo impensable para una madre que no entendía en ese momento ¿Por qué su queridísimo hijo se hubiera muerto por suicidio?
Hoy con superación y dolor y con mucho amor veo como los brotes de su alma muestran una sabiduría que se traslada como agua de manantial al prójimo.

Si estás reconstruyendo tu vida después de un suicidio, la naturaleza “sabia y milenaria “, te va a mostrar el camino de superación como a toda la humanidad nos mostró con el Ginko Biloba.

Marcelo Correa
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